El día que Javi Guerra marcó su primer gol con el Valencia y puso Mestalla en pie, la gente de Gilet, un pueblo valenciano de 3.000 habitantes (el triple en verano), se fue al Támesis, el único pub del lugar, cerca de la casa familiar del futbolista, y le esperó allí festejando su éxito. Guerra, de solo 20 años, estudiante de marketing, lidera una generación de jóvenes jugadores a la que en Valencia ya se conoce como la Quinta del Pipo. Ha sido él, el Pipo, Rubén Baraja, quien los ha acomodado en el primer equipo. Al lado del centrocampista, admirador de Modric y que esta temporada luce el 8, el mismo número que Baraja, están Diego López (21 años), Fran Pérez (21), Cristhian Mosquera (19) y Alberto Marí (22), lesionado. Ellos, junto a Mamardashvili, Gayá, Pepelu o un renacido Hugo Duro, han logrado que un equipo concebido para pelear por la permanencia, ronde ahora Europa y fantasee con un triunfo hoy en el Bernabéu (21.00, DAZN).
Esta apuesta casi forzada por la cantera ha rejuvenecido la plantilla del Valencia de tal forma que esta temporada es la más joven de la Liga, con una edad media de 24,5 años, medio menos que el siguiente en la lista, el Almería. En las grandes ligas europeas hay unas pocas plantillas más jóvenes aún, pero ningún equipo, ni en España ni en Francia, Inglaterra, Italia o Alemania, arriesga con un once de menos edad que el de Baraja, que, con el promedio de las doce jornadas de Liga que han corrido, tiene 23,8 años de media, igualado con el Toulouse francés. El Real Madrid, su rival hoy, tiene un once con 26,7 años de media.
La Quinta del Pipo ya goleó al Atlético de Madrid en Mestalla, un festín totalmente inesperado para el valencianismo, feliz por estos brotes verdes que les han devuelto la dignidad en un año sin apenas fichajes ni ilusiones. Todo el presupuesto del Valencia de Peter Lim (109,8 millones) es poco más de lo que el Madrid pagó solo por Bellingham (103 millones, sin variables) el pasado junio. Baraja no recibió grandes refuerzos en verano, así que el técnico vallisoletano se asomó a Paterna, a la Academia, antes incluso de acabar la anterior temporada, y se buscó los recursos para sobrevivir.
José Jiménez, que lleva 27 años dirigiendo la red de captación de talentos de la Academia del Valencia, celebra la osadía de Baraja al tirar de varios de los últimos descubrimientos de la cantera, como Javi Guerra, que salió del Villarreal, adonde iba acompañado por su abuelo Antonio. “Cuando le fichamos ya era conocido por todo el fútbol base. Su familia quería que cambiara de aires [su madre es peluquera y su padre llegó a jugar en el Mestalla] y no hacía falta pensárselo mucho porque ya destacaba”, dice Jiménez. “De él me gustaba lo mismo que me gusta ahora: la elegancia y la zancada. Es un jugador que rompe líneas en carrera. Es elegante, potente y con una técnica de los de nivel alto”.
Miguel Ángel Angulo, un exjugador que vivió los últimos años de gloria del Valencia (junto a Baraja), dirige el Mestalla, el filial por el que han pasado las cinco promesas cuando apenas eran meros aprendices. Con Javi Guerra coincidió cuatro años. Entonces no tenía la planta que tanto llama la atención ahora y decidieron reforzar la parte física para mejorar su tono muscular. “También incidimos en que fuera más atrevido y ganara los duelos, para que fuera desequilibrante en las conducciones”, señala Angulo. “Queríamos que fuera él quien dé el último pase. Lo que más nos costó fue la parte defensiva: en la Segunda RFEF había rivales con mucha contundencia y perdía muchos duelos. Ahora es un jugador muy completo”.
Diego López, que juega con un vendaje en la muñeca desde que se hizo daño de niño, se veía este verano cedido a la Cultural Leonesa, pero no llegaron fichajes a Valencia. Y Baraja dijo que no se iba. Ahora, en poco más de dos meses, se ha hecho fuerte en la banda izquierda y, curiosamente, ha marcado más goles en Primera, incluido uno al Real Madrid en Mestalla la temporada pasada, que en la Segunda RFEF. El asturiano, al que llaman Guajín, imita a Trae Young, jugador de los Atlanta Hawks de la NBA, y en las celebraciones se coge los brazos como si tuviera frío. Jiménez insiste en que, para él, López es un delantero-delantero. “Es rápido, vertical, hace goles y es un jugador de club”, afirma. “Lo da todo desde que inicia hasta que termina, hasta que no puede más”.
Fran Pérez es hijo de Rufete, otro exjugador del Valencia, otro de los que ganó las dos ligas con Rafa Benítez como técnico a principios de los 2000 y la Liga Europa en 2004. Y, en un caso similar al de Diego López, tenían apalabrada su salida al Elche antes de que Baraja lo impidiera. Lleva toda la vida en el club; Angulo empezó a entrenarlo después de pasar por el fútbol 8. “Con nueve años ya era desequilibrante. Es muy bueno en el uno contra uno. Tiene una gran aceleración, es muy rápido en los primeros pasos”, dice Angulo. “Trabajamos para que dominara las dos piernas y ahora es de esos extremos que quedan pocos”.
El cuarto jugador de la Quinta del Pipo que pretende asaltar el Bernabéu es Cristhian Mosquera, un larguirucho de Alicante, hijo de colombianos, que se ha afianzado como central. Jiménez cuenta que su hermano pequeño calca sus pasos y que lo ve dentro de unos años también en el primer equipo, donde el mayor ha sentado a Ozkaçar, uno de los pocos fichajes este verano. De pequeño le gustaba el baloncesto, pero un día le llamó su tío para jugar al fútbol sala porque en el equipo de su hijo, el primo de Cristhian, les faltaba uno. Luego llegó al Hércules, donde lo descubrió José Jiménez: “Vi lo mismo que veo ahora. Tiene una gran predisposición a la marca. Aún tiene mucho por mejorar, pero es rápido en la reacción y la velocidad de traslación”.
Angulo recuerda que estaba escuchimizado y que tuvieron que hablar con un nutricionista y ponerlo a trabajar la fuerza para que ganara en corpulencia. “Es un central de futuro; gana los duelos, tiene buen desplazamiento con balón y se asocia bien”, destaca el técnico del filial. A los 17, Mosquera, fue el cuarto debutante más joven del club.
La buena noticia para el valencianismo es la irrupción de estos jóvenes de la cantera. La mala es que, pese a que tienen contratos hasta 2026 y 2027 con cláusulas millonarias —las de Javi Guerra, a quien siguen de cerca en la Premier, y Diego López son de 100 millones de euros—, la afición teme que Peter Lim acabe vendiéndolos como hizo con Carlos Soler (18 millones y tres en variables), Ferran Torres (23 y 12) o Kang-in Lee, que se fue gratis al Mallorca.
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